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domingo, 10 de octubre de 2021

La evolución biológica de Mickey Mouse

 Sorprende comprobar hasta qué punto Mickey Mouse distaba en sus inicios del personaje cándido que conocemos hoy. En el cortometraje de «Steamboat Willie» (1928), por ejemplo, hay un momento en el que mantiene inmóvil a un gato pisándolo mientras reiterada y rítmicamente estira de su cola convirtiendo sus gritos en una melodía musical. Se trataba, pues, de un personaje gamberro y revoltoso que en ocasiones exhibía una veta de crueldad. Pero con el aumento de su fama, Disney terminó por verse forzado a suavizarlo debido a que los estudios comenzaban a recibir cartas procedentes de ciudadanos y organizaciones considerando que el personaje debía mostrar un comportamiento más correcto y formal.  

Stephen Jay Gould escribió sobre la evolución del personaje a partir de entonces. Señaló que no solo se modificó su personalidad sino que, adecuándose a esta, también cambió su físico. Sin embargo, afirmó no estar seguro de que dichas alteraciones en el aspecto de Mickey se hubieran realizado de forma consciente por parte de los dibujantes porque estas fueron surgiendo lenta y progresivamente con el transcurso de los años: los ojos se agrandaron y se situaron por debajo de la línea media horizontal del cráneo, que también se hizo más grande y abovedado; el hocico, si bien no se acortó realmente, sugirió una protusión decreciente al engrosarlo; brazos y piernas lucieron del mismo modo más cortas y regordetas (en el caso de las piernas se logró este efecto gracias también a que alargaron los pantalones del personaje cubriendo así sus piernas delgadas con una prenda abolsada)...En definitiva, el patrón visual de Mickey terminó ajustándose al de un niño. 


Un patrón visual que el zoológo austríaco Konrad Lorenz definió como «Kindchenschema» o Esquema del bebé y estaría, según este científico, diseñado para generar en el observador ternura, lo cual implica una motivación para brindar afecto, protección y cuidados. 


Varios estudios han apoyado la teoría de Lorenz posteriormente. El liderado por Morten L. Kringelbach, por ejemplo, demostró que la observación de rostros infantiles activa una zona cerebral que difiere de las implicadas en el procesamiento visual de caras adultas. Se trata concretamente de la Corteza Orbitofrontal. Está relacionada con el sistema de recompensas el cual involucra una sensación de placer que induce a la búsqueda de repetidas experiencias con el estímulo en cuestión que lo generó, en este caso, el Kindchenschema. Responde además muy rápidamente (en 130 milisegundos). —Cuando detectamos rostros de bebés los etiquetamos emocionalmente, y eso nos predispone a tratarlos de un modo especial– afirma Kringelbach –Estamos diseñados para que los retoños encabecen la lista de la información que procesa el cerebro, y por eso es tan difícil ignorarlos–.  

Melanie L. Glocker, por su parte, fotografió a una serie de bebés y pidió a unos participantes que calificaran el nivel de ternura que les provocaba. El resultado fue que las características de los rostros de bebés mejor cualificados poseían un «kindchenschema» más pronunciado que los peor cualificados, y generaban más activación en el núcleo accumbens, un área pequeña del cerebro central asociada también a la motivación y la recompensa.

Por otro lado, Borgi et. al (2014) encontró que desde edades muy tempranas –a partir de los tres años– nos sentimos atraídos por rostros infantiles y no solamente humanos sino también animales. 

Si a todo esto le sumamos los hallazgos que sugieren que los dibujos lineales y esquemáticos de rasgos infantiles provocan también ternura (Brooks & Hochberg 1960; Hueckstedt 1965; Sternglanz y col. 1977; Alley 1981; McKelvie 1993) parece clara la razón por la cual el escalonado diseño que fue alterando a Mickey terminó por hacer de él un personaje más atractivo (y apto para todos los públicos a diferencia de lo que ocurría al principio) al provocar subliminalmente un mayor nivel de apego en el espectador. Y es que, evolutivamente hablando, la ternura y estos estímulos inductores de la misma serían el resultado de una adaptación destinada a garantizar la supervivencia en especies como la nuestra cuyas crías nacen vulnerables y dependientes de los adultos. Disney, por lo tanto, capitalizó esta preferencia innata por los rasgos infantiles. Y no solamente mediante Mickey Mouse. Pinocho, Dumbo o Bambi también comparten estos rasgos. De hecho, Osamu Tezuka, más conocido como "el padre del manga", se basó en los atributos infantiles de Bambi para crear sus dibujos, estableciendo así los cánones de otros tantos personajes Mangaka posteriores (Doraemon, Pokémon, el estilo Kawaii). Y del mismo modo, el kindchenschema ha sido empleado también para diseñar videojuegos, juguetes, decorar pasteles y magdalenas...Incluso para crear determinados modelos de coche. Tiene por tanto gran relevancia cultural. 


Referencias:











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