"Sabemos que el sistema visual de otros animales es más sensible y reacciona de maneras distintas con ciertas figuras. En un experimento clásico realizado por el neuroetólogo Jörg-Peter Ewert, los sapos embestían contra una simple línea horizontal, que parecía un gusano pasando ante ellos, pero encogían la cabeza de miedo cuando se colocaba la misma línea en posición vertical, lo que se asemejaba a una serpiente dispuesta a atacar. Estudios complementarios esclarecieron que el cableado del sistema visual suscitaba estos comportamientos diferentes. David Hubel y Torsten Wiesel elevaron el nivel del estudio del reconocimiento visual de patrones, por lo que fueron galardonados con el premio Nobel en 1981. Sus estudios del sistema visual de los gatos comenzó con la demostración de que células individuales del cerebro responden ante contornos con una orientación determinada. Una ventaja específica del sistema de reconocimiento de patrones de los gatos es que los hace muy sensibles a los bordes, lo cual los ayuda a evitar caídas desde grandes alturas. Estos y muchos otros estudios de la capacidad visual demuestran que, igual que la retina no tiene la misma sensibilidad para todas las longitudes de onda, el sistema visual no es igual de sensible con todos los patrones.
Partiremos del supuesto de que todos los animales, nosotros incluidos, acaban siendo sensibles a patrones de la naturaleza con trascendencia biológica, esos que ejercen alguna influencia en nuestra eficacia biológica. Ahora mismo tú estás mirando uno de los patrones más importantes que debemos reconocer los humanos: las formas de las letras que usamos en el lenguaje escrito. Pero la escritura apareció bastante tarde dentro de la historia humana. ¿Significa esto que la sensibilidad del cerebro ante patrones visuales no puede estar sesgada hacia la forma de las letras? No necesariamente. Changizi y sus colaboradores esgrimieron que la forma de las letras tuvo que idearse a partir de patrones muy comunes en el panorama visual, puesto que esos son los patrones hacia los que el cerebro debería mostrarse más sensible. Cuando estos investigadores analizaron el alfabeto de numerosas lenguas, descubrieron que no se han usado todas las formas posibles para las letras, y que algunas figuras se usan más que otras. Las más utilizadas como la T mayúscula o minúscula, abundan en el entorno natural que nos rodea. De hecho, la media de trazos por letra en los noventa y tres sistemas de escritura analizados asciende a tres, lo que se acerca mucho al promedio en el panorama visual natural. Lo mismo daba que el sistema tuviera diez letras (como, por ejemplo, el del pueblo mangyan, el gurhmiki o el árabe) o más de 150 letras (como las lenguas ná-dené o el sistema fonético internacional). En caso de necesidad, los idiomas añaden otros tipos de trazos para formar letras nuevas, en lugar de añadir más trazos a cada letra. Pero lo más sorprendente es que cuando los estudiosos compararon en una gráfica la aparición de diecinueve estructuras en los signos visuales humanos con la frecuencia de patrones similares en la naturaleza, la correspondencia fue casi perfecta. Por ejemplo, la forma de las letras T y L son muy comunes tanto en los alfabetos como en la naturaleza, mientras que el asterisco (*) aparece menos tanto en los signos como en el entorno. Según Changizi, el sistema visual humano y las letras que vemos con él están ajustados entre sí, pero fue la cultura la que hizo que las letras concordaran con el cerebro visual, el cual ya estaba afinado para percibir el entorno natural en el que se movía".
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